El Recetario by Alberto Chicote
Dos más dos. Son cuatro… a veces.
A veces son cuatro, y otras veces, las más de las veces cuando comemos, más. Porque hablamos de alimentos donde todo suma, donde las cosas son lo que son y son mucho más.
Nunca menos.
Y cuando hablamos de cocina, hablamos de emoción, de pasión, de cariño, de generosidad y de entrega. Todo suma, o suma más. Porque cocinando hacemos mucho más que cocinar.
Porque cuando sostenemos en nuestras manos unos cuellos de cordero, unas faldas, unos carrés, unas paletillas de cabrito, unas piernas… sostenemos mucho más que lo que vemos.
El peso no se mide en gramos, o no solo en gramos. Sostenemos un modo de vida, sostenemos tradición y cultura, trabajo, esfuerzo y dedicación.
En esas carnes, brillantes y tersas, hay historia, historia de miles de años de cuidados, de generaciones de pueblos que han encontrado en la crianza y el cuidado del ganado su objetivo y su razón de ser. No los vemos, pero están ahí, en cada gramo de carne, en cada hueso. Están, y sin ellos nada estaría donde debe estar. Sin ellos no somos. Son la base, el sustento, el pilar que sustenta lo que hacemos.
Cocino, esta vez hablo ya en primera persona, (aunque somos todos los que cocinamos) como un acto de generosidad absoluto. Cocino, y cocinamos, siempre para otros.
Siempre cocinamos para quienes reciben, para mostrarles nuestro cariño, para dedicarles nuestro tiempo y nuestro esfuerzo, para hacerles patentes y parte de algo que hemos hecho con un solo objetivo: lograr, aunque sea solo durante un instante, que ese brillo deslumbrante que es la felicidad se presente ante nosotros. Pero también cocino para honrar. Para reconocer el trabajo de quienes han hecho posible que tenga el mejor producto en mis manos. Para mostrarles respeto, admiración y complicidad.
A veces, al sostener el producto entre las manos siento el sonido del viento en las praderas, el casi sordo pisar de un perro corriendo en busca de un animal extraviado, el Chack de un chisquero que un pastor enciende para prenderle fuego a un cigarrillo mientras contempla orgulloso su rebaño. El orgullo del que sabe que hace bien su trabajo, como se lo enseñaron sus padres, sus abuelos, todos aquellos que antes de él hicieron senda y camino en el buen hacer de la crianza.
Y luego cocino.
Y en la sartén, en el horno, en la mesa de trabajo, ya hay más.
Y cuando la comida esta en la mesa hay mucho más.
Estamos todos presentes. Los presentes y los que no lo están, pero que sentimos.
Está todo.
Y ese todo, es mas que cuatro.
Mucho más.
Alberto Chicote